La vida en un monasterio budista en Tailandia

(O la historia de cómo sobreviví cinco días siguiendo una vida austera)

El budismo en Tailandia se vive fuerte. Puedes ver un templo cada cinco cuadras. Y en cada ciudad encontrarás un monasterio budista en donde viven los monjes. Los hay grandes y chicos, famosos y desconocidos, lujosos y austeros. Las comunidades adaptan sus vidas en relación a los horarios de los monjes: para darles ofrendas en las mañanas, o para escucharlos cantar en las tardes.

Con esto, hay varios monasterios a lo largo del país que han abierto sus puertas a tailandeses y extranjeros para que puedan experienciar la vida de los monjes. Deben seguir sus reglas, meditar un montón de horas al día, comer sano y aplicar los preceptos del budismo.

Si quieres reservar un tour por las principales ciudades de Tailandia, conoce a los amigos de Civitatis en este enlace.

monasterio budista

Cómo y por qué decidí ir. Informaciones que tenía.

No soy una persona religiosa, pero el budismo últimamente me había llamado la atención. Más que nada porque el centro de él es el propio individuo, y no un «dios» o un ente superior e inalcanzable. La verdad es que me gusta aprender sobre las diferentes religiones del mundo. Creo que es una materia interesantísima, a pesar de que después lo olvide todo por mi mala memoria.
Cuando planeaba mi viaje por el Sudeste Asiático, entonces, decidí buscar un monasterio budista donde pudiera encerrarme por algunos días y vivir esta experiencia. Sabía que no sería fácil y, de hecho, tenía algo de miedo.

Un par de amigos que ya habían pasado por esto me contaban los detalles y me animaban a ir. Decían que tenía que vivirlo, que no me iba a arrepentir. Al menos, yo tenía la seguridad que si no me gustaba podía dejarlo en cualquier momento. No iba a forzarme.

Si estás buscando vivir una experiencia como esta en Latinoamérica, conoce mi historia en el curso de vipassana de 10 días de meditación en Chile aquí.

Wat Tam Wua: su vivir.

Investigando, y con ayuda de mi amigo Andrés, di con el Wat Tam Wua Forest Monastery, ubicado en la ruta que une a Pai con Mae Hong Son, en el norte de Tailandia. Está al medio de un bosque PRECIOSO, entre las montañas. Para llegar a él debes caminar un kilómetro y medio desde la carretera principal.
En él viven entre seis y diez monjes más los trabajadores del lugar, que deben ser unas ocho personas más.

Hay un monje que es como el guía mayor, el abbot, quien dirige los movimientos en el monasterio. Su nombre es Ajahn Luangta y es muy divertido. Todas las mañanas nos saluda a todos deseándonos que seamos felices y convidándonos a tomar desayuno con comida thai. Habla muy buen inglés.

No te cobran nada por entrar a este monasterio budista y no tienes que hacer ninguna reserva. Es llegar y ya. Es tan grande que siempre habrá un espacio disponible. De todas formas, se te pide que dejes una donación antes de irte y que ayudes con las tareas diarias del lugar, como barrer las hojas en los jardines o picar vegetales. Considera que te están dando alojamiento, comida y conocimiento gratis, así que ayudarles es lo menos que puedes hacer.
Cuando yo fui era temporada baja, y habían al rededor de sesenta personas.

monasterio budista

Wat Tam Wua: sus reglas.

Llegas y te recibe la encantadora Sue, quien habla un inglés muy entendible, y viste de pulcro blanco, sin perder la moda. Ella te pide tus datos, hace el registro y te indica las reglas del monasterio:
– Debes seguir la agenda que está en el libro y cumplir con los horarios. Si no lo haces, pueden echarte.
– Debes vestir de blanco siempre. Si no llevas tu propia ropa, ellos te facilitan algo.
– Hombres y mujeres están separados. Sólo se juntan para comer o hacer tareas de mantenimiento en el monasterio.
– Son dos comidas veganas diarias, siempre antes del mediodía. Luego sólo puedes beber líquidos calientes o fríos. Pero no alcohol.
– Tampoco puedes escuchar música o usar el celular. Si quieres leer, ojalá sean los libros de su biblioteca, sobre el budismo y el mindfulness.
– Puedes hablar, pero manteniendo un volumen moderado y sólo si es necesario. Si quieres, puedes mantener completo silencio.

Luego de esto, te indica dónde dormirás, te enseña cómo sentarte en las meditaciones (tus pies nunca pueden apuntar a la imagen de Buda), te entrega un chocolate pequeñito y te desea suerte.

Para dormir hay dos opciones: te puede tocar un dormitorio con muchas camas y con baño compartido, o una mini cabañita privada con tu baño privado. Siempre hombres y mujeres separados. Las cabañas se llaman Kuti y, entre ellas, hay algunas más nuevas y otras más viejas. Se diferencian principalmente en la construcción de madera o de ladrillo, si tienen agua caliente o fría, baño occidental o asiático, cama o no.

A mí me tocó una de las viejas. Sin cama, con agua fría y baño asiático. Te dan una frazada y una colchoneta de un centímetro de grosor que te toca dejarla ahí en el suelo. Toda una experiencia.

image

La meditación y el mindfulness.

Las sesiones de meditación son tres al día, de dos horas cada una. Sin embargo, hay un rato en que tienes clases o te toca cantar, y sólo los últimos 40 minutos son de meditación efectiva. Todo en silencio.
En las clases, el monje profesor te enseña sobre el mindfulness y algunas técnicas de meditación. Acá usan la vipassana. Te enseñan a concentrarte en tu respiración tratando de dejar la mente en blanco. También te enseñan a conocer tu mente y tratar de entender cómo funciona.

Digamos que son clases expositivas, pero interactivas. A ratos el monje profesor usaba una linterna para simbolizar la mente (y cuando prendía la luz significaba que estabas pensando) o un cojín para simbolizar el cuerpo. También te indicaban qué hacer cuando no podías concentrarte o cómo evitar quedarte dormido.

Mi plan era quedarme en este monasterio budista por siete días. Si me encantaba, me quedaría por diez. Si no lo soportaba, trataría de durar al menos tres. Al final, decidí que con cinco bastaba para mí, porque aprendí todo lo que tenía que aprender, y ya era suficiente el «encierro».

Lo que me gustó.

Lo que más disfruté de mi estadía en el Wat Tam Wua fue la convivencia con la naturaleza. Vivir ente las montañas, escuchando sólo el ruido del viento, las aves y los insectos, viendo el río correr, es algo casi mágico. Además el lugar tiene una energía especial que te hace sentir en paz.
También disfruté aprender sobre el budismo, la meditación vipassana y el mindfulness. Las clases y los textos que leí fueron reveladores, aunque no podría decir que me cambiaron la vida ni que ahora seré budista.
También conocí gente muy buena onda que hizo mi estadía más fácil.

monasterio budista

Lo que no me gustó.

Creo que lo peor para mí fueron dos cosas: la frustración de no poder concentrarme al meditar, y el no poder acostumbrarme al baño de mi Kuti.
Respecto a la meditación, es muy difícil apagar tu mente sin que te de sueño. Ya les he contado que soy la dormilona número uno, y entonces en el 80% de las sesiones simplemente me dormía. Después, en un 15% de ellas no podía callar mis pensamientos (lo que los budistas llaman monkey mind -mente de mono-). Sólo en un 5% de ellas pude, finalmente, dejar mi mente en blanco, aunque fue sólo por 5 minutos.
Respecto al baño, no sé, creo que era el olor a humedad o lo incómodo de todo. Me cargaba tanto tanto tanto, que trataba de entrar la menor cantidad de veces posible al día.

Tampoco me gustaba la separación entre hombres y mujeres, sobre todo luego de leer que se supone que el budismo no hace diferencias de género. No me gustaba que para meditar los hombres pudieran sentarse adelante y nosotras teníamos que estar atrás. Pero bueno, no me sorprende. Todas las religiones las hacen.

Lo otro que no me gustaba era la comida vegana, porque normalmente las verduras que tenían para acompañar el arroz (siempre fue arroz) eran muy picantes para mi paladar. Y es que todavía no me acostumbro. Pero la verdad es que esto no fue un problema muy grande. Comía puro arroz con soya, o alguno de los acompañamientos que no venían condimentados. Por alguna razón, tu cuerpo se acostumbra al régimen de dos comidas diarias antes del mediodía. Es verdad que en las tardes sentía hambre, pero con una taza de leche caliente se me pasaba. No fue tan grave esto, para nada.

monasterio budista

Por qué todos deben vivirlo.

Enfrentarse a vivir una vida austera, alejarse del mundanal ruido, seguir un régimen de horarios y comidas estricto, meditar, tratar de conocer tu mente y controlarla. Todo esto es algo que vale la pena vivir. Te conoces a ti mismo en una situación extrema. Te desafías. Creces.
No importa si ya sigues una religión en particular. No importa si no compartes algunos de sus preceptos. Como dije arriba, a mí no me cambió la vida, pero sí me sirvió para otras cosas.

Conocí a gente en el Wat Tam Wua a los que sí les cambió la vida. Que vivieron una experiencia intensa en este monasterio budista y decidieron quedarse ahí por diez días, un mes, tres meses. Va a depender de tus intereses, claro, y de cómo logres llevar la meditación.

Los invito a conocer el listado de los monasterios más imponentes del mundo que armaron Florencia y Diego, los argentinos detrás del blog Tramando Viajes.

monasterio budista

Queridos lectores: si les queda algún punto sin resolver respecto a esto, no duden en dejar su comentario y feliz les contestaré. Si tienen la oportunidad, háganlo. Hay opciones en todo el mundo para practicar la meditación vipassana del régimen de 10 días estricto. Lean aquí mi experiencia de meditación en Chile.
Cuéntenme también si es que ustedes ya vivieron algo así… quiero leer sus historias y compartir sentimientos.

Un abrazo, viajeros. Que la vida les siga sonriendo.
Y como diría el abbot del monasterio: sean felices.


¿Qué hacer en Tailiandia?


¿Dónde alojar en Chiang Mai?

Booking.com
Comments (50)
  1. ValeSep junio 30, 2016
    • La Nico julio 1, 2016
  2. Susan Ortiz G julio 1, 2016
    • La Nico julio 2, 2016
  3. Andres Jara julio 6, 2016
    • La Nico julio 7, 2016
  4. Alejandro julio 6, 2016
    • La Nico julio 7, 2016
  5. Migue septiembre 18, 2016
    • La Nico septiembre 22, 2016
  6. Pablo octubre 9, 2016
  7. paty diciembre 4, 2016
    • La Nico diciembre 4, 2016
    • La Nico abril 1, 2017
  8. T. Domínguez abril 1, 2017
    • La Nico abril 4, 2017
  9. Angélica de la Parra mayo 24, 2017
    • La Nico mayo 24, 2017
  10. Carolina mayo 25, 2017
    • La Nico mayo 27, 2017
      • maria jesus septiembre 9, 2017
        • La Nico septiembre 11, 2017
  11. Ju junio 23, 2017
    • La Nico junio 25, 2017
  12. Eva Maria julio 9, 2017
    • La Nico julio 9, 2017
      • Eva Maria julio 10, 2017
  13. Andrea septiembre 10, 2017
    • La Nico septiembre 11, 2017
  14. Eli noviembre 4, 2017
    • La Nico noviembre 5, 2017
  15. Marisa diciembre 13, 2017
    • La Nico diciembre 14, 2017
  16. M. Concepción Canalejo Ochogacia abril 27, 2018
    • La Nico mayo 7, 2018
  17. Soledad Gómez abril 29, 2018
    • La Nico mayo 7, 2018
  18. Yaiza septiembre 1, 2018
    • La Nico septiembre 3, 2018
  19. LUCIANA REYNOSO septiembre 9, 2018
    • La Nico septiembre 18, 2018
  20. Monica septiembre 25, 2018
    • La Nico septiembre 26, 2018
  21. Tamara noviembre 28, 2018
    • La Nico noviembre 28, 2018
  22. Ricardo junio 21, 2019
    • La Nico junio 21, 2019
  23. Victor junio 21, 2019
    • La Nico junio 21, 2019

Si quieres decir algo, hazlo aquí:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Licencia Creative Commons
Viajando Lento por Nicole Etchart Opitz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.