Sudeste Asiático parte 2: preguntas y respuestas
Preguntas y respuestas (indiscretas o no tanto) acerca de mi viaje por el Sudeste Asiático: SEGUNDA PARTE
¡Porque no hay primera sin segunda!
Hace algunos varios un montón de días atrás publiqué a través de la fanpage del blog esta idea de hacer un post con preguntas y respuestas acerca del viaje que acababa de terminar, en el que recorrí gran parte del Sudeste Asiático durante 7 meses, mochila en la espalda, bajo presupuesto, viajando sólo conmigo, derribando miedos y prejuicios.
La idea fue que me hicieran preguntas más indiscretas, más divertidas, menos serias. Prometí que respondería todo. Y aparecieron toda clase de preguntas: cosas que me da vergüenza responder, preguntas más técnicas o detalladas, y toda clase de reflexiones. ¡El resultado es inmejorable!
¡Ojo! Que las preguntas no tienen un orden específico. Las copié y pegué tal como iban apareciendo en Facebook. Hubo un par que se repitieron y esas sí las borré. Acá los dejo con la segunda parte. Si quieren leer la primera, den click aquí.
Preguntas y respuestas, segunda parte.
Según tu parecer ¿cuál es el lugar más sobrevalorado de tu viaje?
Definitivamente las playas. Pasa que pones el nombre de un lugar en goolge y te aparecen fotos maravillosas. Los otros turistas también se encargan de subir fotos preciosas a las redes sociales y cuando te cuentan la historia hablan desde el asombro. Pero la verdad es que nunca es tan así. La foto nunca enmarca la basura que queda las orillas después del oleaje, o la que se esconde tras las rocas. Las millonadas de turistas que invaden cada lugar tampoco salen en las fotos de google, menos los borrachos al amanecer. Con una foto no te puedes dar cuenta que la arena no era suave, sino que todo lo contrario, al nivel de no poder acercarte al mar sin arriesgarte a sufrir un corte en los pies.
Claro que no son todas, pero sí muchas de ellas.
¿Cuál fue el transporte público más original en el cual te movilizaste?
El transporte público más original sin duda eran los “tricycles” de Filipinas. No tengo foto de ellos (qué tonta) pero la que muestro acá es de una versión antigua (que los ves en los sectores turísticos de Manila), donde el conductor anda en bicicleta. El tricycle es lo mismo, pero en moto.
También quiero hacer una mención especial al transporte privado más original: Uber Moto. En Vietnam para moverte rápido y barato lo mejor es andar en moto, y entonces allá puedes pedir tu Uber Moto. Llega un tipo, te pasa un casco (lo que para nosotros sería un casco de bicicleta) y te sientas atrás de él. Era divertido cuando trataban de conversarte en las luces rojas.
¿Situación más extraña o memorable?
Habernos perdido en la selva malaya. Es memorable y casi no la cuento. No estuve cerca de la muerte pero la vimos venir a lo lejos y reaccionamos a tiempo. Es una historia larga:
Viajaba por Malasia con dos francesas locas que conocí en Kuala Lumpur (la capital malaya). Ellas también viajaban solas, hicimos buenas migas, y comenzamos a viajar juntas. Yo no tenía en mis planes visitar Taman Negara, que es un parque nacional donde la gente va a hacer trekking por la selva. Pero estas chicas me convencieron y me fui con ellas, más que nada porque de ahí seguíamos rumbo a las plantaciones de té, lugar al que sí quería ir.
Cuento corto, llegamos al parque, nos informamos y suñimos que había una parte de él donde podías hacer el trekking sin guía. Caminabas 7 horas, se supone que estaba todo señalizado, llegabas a una especie de campamento, pasabas la noche ahí y al día siguiente salías al río y tomabas un bote que te llevaba de vuelta a la ciudad. Nos gustó la idea, compramos comida para el día siguiente, agua, y nos preparamos.
Al día siguiente, partimos temprano en la mañana, pagamos la entrada y el derecho a dormir en el campamento. Hasta tuve que pagar por llevar mi cámara fotográfica. Los señores que nos atendieron sabían que entrábamos al parque sin guía y no nos dijeron nada, sólo nos pasaron un mapa de pésima calidad. Pezza, una de las francesas, no tenía zapatillas y andaba con hawaianas. Nadie nos advirtió nada ni nos preguntaron si teníamos la condición física necesaria para aquella aventura. Y es que era una selva selva selva. El sendero estaba levemente marcado, muchas veces se perdía, y si no tenías experiencia en caminatas (como yo) fácilmente podías tomar otro rumbo. Estaba pésimamente señalizado. La gran mayoría de las señales estaban en el suelo, destrozadas, apuntando a cualquier lado. El camino subía y bajaba. Era agotador. Muchas veces debías afirmarte de los árboles para no caerte. Y tenías que tener cuidado con pisar algún hormiguero (las hormigas más grandes que he visto en mi vida estaban acá).
A la cuarta hora de caminata nos perdimos. Mierda. Siempre fuimos siguiendo el río (como nos habían dicho), pero hace un tiempo que no lo escuchábamos. Nos pasó lo de las películas tipo “parece que ya caminamos por aquí antes”. Por suerte mi amiguísima Alejandra me había regalado una brújula para que me acompañara en el viajecito, y la ocupamos para ubicarnos. Quién iba a pensar que esa brújula nos salvaría. A la quinta hora encontramos una salida al río y paramos a almorzar. Yo ya había tomado más del agua que tenía presupuestada para ese día. Estaba destrozada. Me reventaba la cabeza, estaba mareada, no me podía la mochila. El calor húmedo me sofocaba y me deshidrataba más rápido de lo normal. Casi no pude comer. Tomé una decisión:
“Chicas, yo me voy. Esperemos a que pase un bote y me voy”. La primera reacción fue de “nooo, pero cómo, tú puedes hacerlo”. Y yo tenía la seguridad de que ya no podía. Les expliqué que si seguía con ellas las iba a retrasar. El peligro estaba en que si nos retrasábamos nos llegaba la noche sin alcanzar el campamento. Y era una selva. Imagínense. Las chicas aceptaron. Les dejé mi agua y comida. También les dejé la brújula y a Pezza le cambié mis zapatillas por sus hawaianas. Nos pusimos a esperar un bote y empezó el miedo. No venía nada. Perdíamos tiempo. No sabíamos qué hacer. No me iban a dejar sola ahí. Discutimos. O me iba con ellas o nos devolvíamos las tres. No vimos más opciones. Quedaban todavía tres horas de caminata y la noche podía caer en cualquier momento. Eso si no nos perdíamos de nuevo. Tomar esa decisión fue uno de los peores momentos del viaje completo.
Al rato (mu hoy rato) pasó un bote. Le gritamos, le hicimos señas. Ahí me arrepentí de no haber comprado uno de esos pitos de emergencia. Por suerte nos escuchó y se acercó a nosotras. Digo bote pero era un joven en una canoa larga, como para 10 personas. Nos dice que va camino arriba, a buscar a otros turistas con los que había coordinado. Ellos habían partido en la mañana –con guía– y llegaban al campamento en la tarde para tomar el bote de regreso. Le pedimos por favor que me llevara. Que no importaba cuánto tocaba esperar. El joven muy amable (lo terminé llamando “mi héroe”) me llevó río arriba y luego río abajo con los otros turistas. Estos no podían creer mi historia. Horas atrás habían tomado el mismo camino nuestro y decían que era imposible hacerlo sin guía. Y aquí yo me asusté por las francesas locas, que habían continuado el trekking.
Llegué al pueblo, me di una de las mejores duchas de mi vida, comí comida real y me dormí. Con las francesas habíamos calculado que estarían llegando al pueblo cerca de las 10 de la mañana del día siguiente. Pero dieron las 12 y no llegaban. Me tocaba hacer el check out del hostal pero el señor entendió mi miedo y no me presionó. Había que esperarlas no más, y si se hacía más tarde tocaba avisar a los del parque. Minutos después aparecieron. Casi lloré de la emoción.
Me contaron que siguieron la ruta y se volvieron a perder como 2 veces más. Si no fuera por la brújula no habrían podido seguir. Supuestamente quedaban como 3 horas de caminata pero tardaron más de 5. Llegaron al campamento solo 20 minutos antes de que oscureciera completamente. En el lugar no pudieron dormir por los ruidos de la selva. Era completamente abierto y los murciélagos volaban casi rozándote la cara. No había baños ni agua dulce. Al día siguiente en la mañana agotaron el agua embotellada. Buscaron la salida al río pero no la encontraron y tuvieron que hacer la ruta de regreso. Siete horas caminaron sin parar y sin agua.
Estoy segura de que si me habría quedado con ellas, otra historia habríamos contado.
Sección la mejor.
Playa: La continuación al noreste de White Beach en Koh Rong (Camboya)
Comida: Cao Lau, el plato típico de Hoi An, en Vietnam.
Fiesta: las de Koh Rong, en Camboya.
Lugar en el que te alojaste: De piezas compartidas: Chien Hostel en Hanoi, Vietnam, y Mercy Hostel en Chiang Rai, Tailandia. Ambos eran demasiado buenos en relación a lo que pagabas. De piezas privadas: Quynh Nhan Homestay en Hoi An, Vietnam.
Canción del momento: Una muy ad hoc o la cultura asiática: ¡Selfie!
¿Cuál de todas las ciudades elegirías para vivir y cuál para ir de turista?
Esta es una de las preguntas que más me ha costado responder. Y la respuesta es que no tengo una sola respuesta. Después de darle mu has vueltas creo que podría vivir en Singapur, pero es como hacer trampa, porque es demasiado diferente al resto de las ciudades del Sudeste Asiático. Una segunda opción sería la ciudad de Da Lat, al sur de Vietnam. Sólo porque se parece al sur de Chile en parte de la arquitectura y en la naturaleza.
Para ir de turista es más fácil. Bangkok me cautivó y tiene opciones para todos los gustos.
No todo es color pink. ¿Dónde no volverías ni amarrada?
Pregunta repetida, pero cambiaré el foco de la respuesta. No volvería ni amarrada a uno de los hostales en que me quedé en Bangkok. Recuerdo que había reservado dos noches pero no me quedé la segunda y perdí la plata. Prefería eso antes de tener que dormir ahí de nuevo. Era sucio y oscuro. Y abajo había un restaurant indio (imagínense el olor).
¿Cómo te sientes ahora de vuelta de tu viaje?
Son sentimientos encontrados. Tenía ganas de volver a ver a mi familia y amigos y comer comida chilena. También llegué con mil energías para trabajar y estudiar. Pero ahora, que han pasado dos meses desde mi regreso, ya me siento atrapada en Santiago otra vez. Extraño la libertad que tenía en el viaje. Sin duda soy feliz. Pero el wanderlust está poco a poco empezando a manifestarse.
¿Qué comida te gustó más?
Es pregunta repetida pero ahora me enfocaré en comida comida (y no postres, como en la respuesta anterior). Elijo dos: En Indonesia probé una brochetas de pollo con salsa de maní y arroz blanco. Fácil y exquisito. Y en Vietnam, en la ciudad de Hoi An, probé los mejores noodles de la historia, el famoso Cao Lau. Su secreto está en la salsa.
¿Se te perdió algo?
¡¡¡Perdí mi cámara fotográfica!!! Qué sentimiento más horrible fue el que tuve cuando me di cuenta que la había perdido. Tenía una tarjeta de 16 GB de memoria y estaba llena de fotos de 4 países completos (Singapur, Malasia, Tailandia y Camboya). Me quería morir. Todavía tengo la vaga esperanza de que alguien rescate las fotos y las viralice en Facebook hasta encontrarme.
También perdí 2 pares de hawaianas (el primero en Filipinas y el segundo en Camboya), un guante de ducha (en Penang, Malasia) y caaaaasi pierdo mis lentes ópticos en un hostal de El Nido, en Filipinas. Pero por suerte me di cuenta antes de que zarpara el barco que estaba tomando.
Ya, y para los pesados: nunca perdí la dignidad.
¿Cuántos días usaste la misma ropa interior?
Jajajajaja… la verdad, no sé. Pero probablemente en los viajes largos no podía cambiarme en dos días completos. Lo bueno es que muchas veces usaba traje de baño y lo lavaba de inmediato. Así hacía durar la ropa interior, ajajaja.
¿Dónde están las mejores playas?
Dicen que las mejores playas están en la costa este de Tailandia. Pero yo no fui para allá, jajajaja. Así que si me preguntan por las mejores playas que vi, creo que elijo White Beach en Koh Rong (Camboya). Sin embargo, en esta misma isla dicen que la mejor playa es Long Beach, pero yo ta poco fui. Ahora bien, si me preguntan por el agua más turquesa, sin duda me quedo con el mar de la costa este de la isla Gili Air, en Indonesia. Un paraíso.
¿Cuál de todos los países en que estuviste es más económico vivir o estar un tiempo?
Ufff… qué pregunta difícil. Me pasaba que ciertos países eran baratos en el alojamiento pero eran caros en la comida. O al revés. O en los souvenirs, que es un aspecto importante en mi presupuesto (¿les dije que soy compradora compulsiva?). Me voy a arriesgar y voy a elegir Vietnam como el más barato de los que estuve. Esto por tres razones esenciales: 1) en relación precio-calidad los hostales son muy accesibles 2) la comida callejera es buena y barata 3) si sabes regatear consigues muy buenos precios tanto en comida como en souvenirs. El único contra que puedo advertir, es que las atracciones turísticas sí son caras. Pero compensa. Toca regatear mucho, ordenarse bien, y tratar de hacer las cosas por tu cuenta (sin tomar tours de agencias).
¿Qué plato aprendiste a preparar y decidiste incorporar a tu dieta? (compartir receta)
Fui a clases de comida tailandesa pero ninguno de los platos me los aprendí al 100% (¡es que mi memoria es tan mala!). Sin embargo, como ya una vez había tratado de hacerlo en Santiago, me quedo con el Pad Thai (maravilloso en todas sus formas).
Receta básica: Aceite, alguna carne (lo más común son camarones o pollo, o tofu para los vegetarianos), noodles de arroz previamente hechos (de los gruesos tipo fetuccini), huevo, salsa de soya, salsa de pescado, pasta tamarindo, dientes de dragón. Mezclen todo eso en un wok. En el orden en que los puse, la idea es que lo que se cocina más lento lo tiren primero al wok y así. Se sirve con maní picado, alguna rama verde tipo cebollín y gotitas de limón. Si quieren le agregan picante. Una delicia. Les dejo un video grabado por mí, en las calles de Bangkok.
¿En qué ciudad son más amables y en cuál no tanto?
Esta es una de la preguntas más difíciles que me está tocando contestar. No tengo una respuesta. No tengo ni un esbozo de respuesta. Siento que en todos lados fui bien recibida. Claramente en algunas partes compartí más con gente local que en otras, pero aún así en todas hubo gestos de amabilidad. No tengo recuerdos de algún mal rato con gente directamente. A ver si aquí alguna de las personas con las que viajé me pueden ayudar a responder.
¿Hubo algo que te obsesionara?
(Tenía otra respuesta acá, pero reflexioné mejor y he decidido cambiarla) Definitivamente, el helado. Es que con tanto calor y con tanta falta de azúcar, devorarte un helado a diario era justo y necesario. Con los voluntarios de AIESEC en Filipinas comprábamos casatas y nos duraban 30 minutos. Luego, cuando seguí viajando sola, si pasaba un día sin helado ya me empezaba a desesperar.
Pero la mención especial se la lleva el helado de coco. Qué cosa más rica y barata. Más encima te lo servían adentro de un coco, y entonces cuando te terminabas el helado, podías raspar y comer. Sería muy fácil y novedoso que eso llegara a Chile (¡atención emprendedores, después me dejan una comisión!).
¿Con qué cultura o religión te sentiste más cómoda?
Primero, debo aclarar que yo no soy una persona religiosa, pero que sí me gusta aprender sobre religiones y conocerlas (aunque después se me olvide). Luego de esto, debo decir que con todas me sentí cómoda o «acogida». Compartí con católicos, musulmanes, budistas e hindúes, y con todas me «sentí en casa». Creo que fue porque yo andaba abierta a entender que son culturas simplemente diferentes, y que esas diferencias no hacen -por ningún motivo- que una religión sea mejor o peor que la otra. Me gustaban mucho las reflexiones budistas, los cantos y rezos musulmanes y las creencias mágicas hindúes. Disfruté la práctica de la meditación budista, conversar con mujeres musulmanas y acercarme a las deidades hindúes. Aún así, no me quedo con ninguna. Ni con el catolicismo, que en Filipinas se manifestaba más fuerte que en Chile.
¿Cuál sería el próximo viaje y qué harías igual/distinto en tu planificación?
Tengo varias ideas y aún no tomo una decisión. Quiero ir a Italia, a Cuba y al Amazonas. ¿Qué haría igual? Irme sola y con plan libre. ¿Qué haría distinto? Llevaría menos cosas en la mochila.
De todas formas, de seguro me escapo dentro de Chile en febrero 2017 a La Serena o a Punta Arenas (porque en ambas ciudades tengo familia).
¿En cuánto este viaje te ha cambiado?
En una respuesta anterior dije que no me cambió mucho. Lo que sí, es que sacó lo mejor de mí. Ahora soy una persona más abierta, más relajada, más valiente y más segura.
¿En qué parte fue donde tuviste que caminar más y quedaste muy cansada?
Creo que donde más caminé fue en el trekking de dos días por las montañas de Sapa, al norte de Vietnam. No estoy segura, mi memoria es mala, pero pueden haber sido 7 horas de caminata el primer día y 4 horas el segundo. Yo me cansé en los primeros 30 minutos, jajaja. Así que parábamos constantemente y una de las mujeres de la tribu Hmong que nos guiaba cargó mi mochila la mitad del tiempo. Pero fue una experiencia preciosa: voy a escribir un post completo sobre esto.
Bueno, supongo que después de todo esto, ya varios se pueden hacer una idea formada de lo que significa viajar tantos meses al rededor del Sudeste Asiático. Mi conclusión es que en mi caso la experiencia fue inmejorable. Soy consciente que soy una afortunada y que me saqué el premiado. Pero también tengo la seguridad de que hice las cosas bien. Me cuidé y tomé precauciones básicas de «mujer viajante en solitario».
Mi wanderlust por ahora está controlado. Estoy tranquila y vivo feliz. Sumamente feliz. Pero sé que pronto mi corazón viajero me empezará a gritar para planificar un nuevo destino. Estoy preparada y expectante. Por mientras disfruto mi Santiago querido.
Recuerden que si quieren leer la primera parte, pueden dar click aquí.
¡Espero sus comentarios! Saludos, viajantes.
La historia memorable muy buena, preguntaba cuándo sería el otro viaje, pero ya leí que hay que esperar 😀
✌️
APOLÍNEA, yo nica podría viajar sola. N siquiera cuando era joven . Te felicito, VIVA LA MUJER CHILENA
Gracias, Irma. ¡Me sonrojo!